Este es un vicio que puede convertirse en una costumbre peligrosa si su jinete
no alcanza a comprender la causa o si recurre a métodos de prevención o de
corrección inadecuados.
Algunos caballos hacen esas escapadas sin aviso frente a cosas que no les habían
sorprendido en el pasado. Otros pueden hacer un extraño una vez solamente,
cuando perciben algo raro, pero una vez han descubierto que no encierra ningún
peligro, lo ignoran en lo sucesivo. Los caballos jóvenes hacen estos extraños
porque están llenos de energía y dan grupadas de alegría. Bajo pretexto de
tolerancia hacia este exuberancia juvenil, loable ciertamente pero que encierra
muchas veces algo de laxitud, algunos jinetes permiten a su joven caballo hacer
toda clase de extraños ante todo aquello que no les es familiar. Le dejaría
incluso saltar un objeto o retroceder frente a él, resoplando con gran
demostración de temor, como lo haría un niño mimado. No hay que dejar que esas
reacciones se repitan; lo que debe hacerse es poner al caballo en contraposición
para que mire hacia el lado opuesto al objeto que causado su excitación y pasar
por delante con una total indiferencia. Hay que evitar todo desorden y las
escapadas, cuanta menos oportunidad de inspeccionar de cerca todo aquello que la
asusta, mucho mejor. Eso permitirá también vencer antes esa tendencia escaparse
y a hacer extraños. Los caballos excepcionalmente nerviosos encuentran enseguida
los menores pretextos para inquietarse, pero no debe permitirse les que se
asuste en cada vez pájaro levanta el vuelo. Deben aprender a comportarse
correctamente. Sin embargo, los jinetes también deben tratar de comprender el
mundo desde el punto de vista del caballo.
Hacer escapadas y extraños es también un vicio ligado a la vista de los
caballos. Para empezar, sus ojos no están colocados al frente, como un el mono o
el hombre, sino en oblicua o lateralmente. En consecuencia, pueden ver dos
imágenes separadas al mismo tiempo, una cada lado del cuerpo. Lo que su cerebro
percibe, no es una imagen en tres dimensiones, sino una larga panorámica con los
contornos mal definidos. Su campo de visión es mucho mayor que el nuestro, pero
las imágenes son un poco desdibujadas. La visión completa del caballo (su campo
de visión está próximo a los 360 °) permite, más o menos, vigilar casi todo
aquello que le rodea con su cabeza hasta cerca del suelo. En segundo lugar, la
córnea del caballo posee una curvatura vertical mayor que la curvatura
horizontal, lo que produce una distorsión aún más importante de la imagen. Por
ejemplo, para un caballo, unas manchas de forma circular son algo ovaladas.
También la pupila de sus ojos es oval y le da una buena protección contra la luz
viva, pero detrás de la retina se encuentra una película fluorescente, que
aumenta la reflexión de la luz y le permite ver mucho mejor que nosotros en la
oscuridad.
El profesor W.
Blendinger, que realizó un estudio muy documentado sobre la psicología de los
caballos, nos explica:
1.- No sea puede afirmar que la visión del caballo sea peor o mejor que la
nuestra. Ha sido concebida por la naturaleza para que convenga a las necesidades
del animal en el estado salvaje y no podemos tener más que una idea limitada de
la forma en que los caballos ven el mundo.
2.- El caballo puede ver su entorno casi también desde cualquier ángulo, pero
no puedo enfocar los objetos también como nosotros.
3.-La posición lateral de los ojos difícilmente le permite ver los objetos
que se encuentran frente a él, y le priva del sentido del volumen.
4.- Su capacidad de ver al mismo tiempo tantas cosas reduce su capacidad de
concentrarse en un objeto preciso. Desde el punto de vista del caballo de
saltos, se trata de una observación interesante que indica que hay que enseñar a
los caballos a mirar atentamente al obstáculo.
5.-La adaptación para ver las cosas con una luz muy viva o una oscuridad
total es una característica del ojo del caballo, pero no está concebido para
adaptarse a cambios de luminosidad y rápidos.
6.-La capacidad de detectar movimientos muy ligeros es mucho más aguda en el
caballo que el hombre.
7. Es falso que los caballos no distingan los colores. Es prácticamente
cierto que pueden distinguir el rojo, el amarillo, el verde y azul, aunque de
forma menos precisos que nosotros, además parecen distinguir mejor el amarillo y
verde que el azul y el rojo.
Hay que decir que las expresiones faciales humanas no tienen ninguna
significación para el caballo y nuestras sonrisas o expresiones de enfado no les
afectan en nada. Por el contrario, cuando uno cambia menudo su apariencia,
poniéndose por ejemplo un gran sombrero o sosteniendo un paraguas en lugar de la
fusta, o si nos acercamos a ellos gateando a cuatro patas, podemos llegar a
atemorizarlos. Los caballos son criaturas tímidas y la visión de una cosa
extraña puede despertar en ellos el reflejo de la huida. El hombre reflexiona la
mayor parte del tiempo antes de actuar. Por su seguridad los caballos actúan
antes de reflexionar. De hecho, los caballos no reflexionan, en el sentido en
que no tienen capacidad para ello y no pueden analizar la importancia de un
peligro cuando se encuentran frente una nueva experiencia. Sin embargo, es grave
tolerar cualquier manifestación de pánico, así como dejar el caballo examinar
cualquier cosa que le causa miedo y dejarle aproximarse a ellos. Eso no hace más
incrementar su inquietud. Un error aún más grave consiste en castigar al caballo
con la fusta o las espuelas en toda manifestación o reflejó de huida. La
sensibilidad muy desarrollada del ojo del caballo ante los movimientos más
sutiles les permite sentir peligro antes de ver la razón del mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario